XXVII. De la suma pobreza que profesaron aquellos primeros fundadores
Puente colgante sobre el río de la Sierra en Ixhuatán, Chiapas.
Aunque esto sea algo vergonzoso, y no muy seguro
contar el hombre lo que había de encubrir, y alabarse
con sus labios no debiendo permitir que los ajenos
lo loen. Pero como hombre que sé cuán poca parte me
cabe de esta loa, diré a gloria del señor lo que en los demás
he visto. Tres años pasaron que no hubo en esta comunidad
otra manta sino que cada uno tenía una de pelos de cabra
que sacamos de la mar, raída y llena de brea del navío y en
aquella, con sus hábitos, dormían en las tierras frías adonde
teníamos un poco de paja debajo. En las calientes no más
que un cerco de cañas o una estera; y esto dura hasta el día
de hoy, aunque ya tenemos mantas. Las túnicas tan hechas
pedazos que apenas había como se tuviesen en el cuerpo y,
muchas veces caminando, llevábamos las sayas tendidas por
no llevar las carnes desnudas; de alpargates hemos estado
siempre proveídos, aunque por no calzarlos nuevos,...
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