Una polémica (frustrada) de partido

Los argumentos de la polémica

“La revolución pictórica de nuestro tiempo” no conseguía eludir el habitual tono de informe político, pero intentaba asumir el lenguaje de la escritura sobre arte; este parece ser el sentido de términos como “alma”, “espíritu” o “esencia de las cosas” que sorprendieron a Renau: “una singular –en un marxista– substantivación de términos abstractos” (Renau, 1964, 78). Claudín, por lo demás, lamentaba, en términos muy cuidadosos, el rechazo que, desde el ámbito del realismo socialista, generaban las grandes conquistas plásticas del arte occidental de Goya a Hartung. Tales conquistas habían suscitado el interés por la pintura de amplias capas sociales; los avances de la vanguardia no eran simplemente un “eco de la agonía histórica del capitalismo” (Claudín,1963, 23); en definitiva, la revolución pictórica se presentaba como una manifestación de rebeldía que ponía en “tela de juicio los fundamentos de la vieja sociedad” (Ibídem).

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