Un americano en el pinar

Él fue siempre el doctor Aceves para todo el que lo conoció. Pero, para mí, tan solo Papá. Todo empezó como un juego. Todo fue siempre un juego: «Cuéntame cinco cosas que hayas visto en el último escaparate junto al que hemos pasado». Quizá mi lugar favorito para jugar este juego era la plaza Mayor de Navas de Oro, un pueblo también conocido —gracias a mi padre— como El Pinar. Solíamos buscar allí un lugar donde sentarnos y observar entonces cómo giraba el mundo alrededor de nosotros. Era aquel un tiempo sosegado para poder pensar, observar y reflexionar. Todo esto me proporcionó cierta habilidad para llegar a ser consciente del mundo que me rodeaba, y de cuál era mi lugar en él. Tal fue y tal es el poder de la observación. Yo tenía únicamente cinco años y ya me estaba entrenando para ser una antropóloga aficionada en un pueblo de la España rural. Papá se pasó algo más de un año —del 3 de junio de 1966 al 11 de septiembre de 1967— viviendo,...

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