Tiempo y luz: «¡Que se levante nuestro corazón de noche!» (Bernardino de Laredo)

Es hora de dirigirse hacia la cita que quedó más arriba prometida. Se trata de aquella observación bajo la que estas palabras, orientadas a reconstruir el ámbito donde en el pasado se hizo posible la lecto-escritura, desean colocarse y que, en este caso, lo es del título de un libro que nos parece singular. Y quizá hasta sea una fuente vital para lo que aquí vamos a abordar, dada la rareza de este género de discurso confesional que tiene como epicentro el relato de la disposición o disposiciones a la escritura. Libro aquel, pues, del que la cita se extrae que, en un gesto raro, o por lo menos no habitual, revela ciertas intimidades que afectan al «gabinete de la lecto-escritura», al «taller», siempre oculto, escondido, de Fausto; dicho sea esto último en clave mitopoética. Se trata del libro de Jacques Derrida, No escribo sin luz artificial. ¡Extraña declaración de intenciones! Sobre todo cuando es llevada además al exergo de un tratado, cuyo sentido más adelante...

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