Representación de la guerra en la pintura española: de la épica heroica al desastre moral

El anverso de la guerra

Todas las representaciones de la primera etapa, participan de caractres comunes que en último término proceden de la tradición antigua. El tono épico, la exaltación individual del héroe a la que se subordina el resto de los participantes como si fueran meros comparsas de la acción, la situación en amplias perspectivas contempladas a vista de pájaro para poder abarcar todo el campo de batalla, el despliegue de las tropas por sectores y la disposición en secuencias narrativas hechan sus raices en la pintura y escultura cásicas que retoña con el Renacimiento[2]. Desde luego las muertes, mutilaciones y desgracias producidas en los soldados a causa de las guerras no entraban en el planteamiento ni del arte bélico antiguo ni del moderno, y si no se eluden del todo, se minimizan, relegándolas a zonas marginales y rincones secundarios, considerándolas en todo caso consecuencia de la profesión militar. Este esquema de pintura de batallas, desarrollado principalmente en Italia heredera primaria de la cultura clásica, fue difícil de modificar y a él se atuvieron la mayoría de los pintores de este género que trabajaron en España o para la monarquía hispánica.. Vicente Carducho comentaba, a este propósito, que si se hubiesen de decorar en los palacios reales o en las casas de los príncipes galerías representando hechos históricos, “serán las historias que se pintaren graves, majestuosas, exemplares y dignas de imitar, como son... hechos de Héroes ilustres, hazañas de los más célebres príncipes, triunfos, victorias y batallas”[3].

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