Mucho se ha escrito ya sobre el contexto histórico de la JAE y su vinculación al ideario de la ILE en lo tocante a la apertura a Europa de los pensadores españoles [2]. Lo que nos interesa señalar aquí es la relevancia que en esta corriente de europeización creciente tuvieron las relaciones hispano-alemanas durante este último siglo en el campo de la filosofía, que se remonta sin duda a la estancia de Julián Sanz del Río en el año 1843 en Alemania para perfeccionar sus conocimientos filosóficos y hacerse cargo, a su vuelta, de la cátedra de Historia de la Filosofía que acababa de crearse en Madrid. Con su viaje, se importaba a España la filosofía krausista, de segunda fila en Alemania, pero que gozaría en nuestro país de una difusión sorprendentemente amplia, sobre todo a través de las enseñanzas del propio Sanz del Río, Fernando de Castro, Bartolomé Cossío o Francisco Giner de los Ríos, quienes querían introducir una reforma pedagógica que nos acercara a la concepción europea del mundo, que postulaba la tolerancia y la libertad de ideas y pensamientos, el culto a la ciencia y una actitud ética de honestidad frente al dogmatismo integrista. La JAE, consciente del aislacionismo institucional español, empieza su andadura allá por 1907, contagiada por este espíritu institucionista de apertura a Europa, propugnando la necesidad de enviar pensionados al extranjero para su formación, como el método más rápido para salir de esa retrógrada situación; no en vano, su lema reza: “El pueblo que se aísla se estaciona y descompone”.
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