Prólogo (Arequipa Patrimonio Cultural de la Humanidad)

Mario Vargas Llosa. Estoy orgulloso de ser arequipeño y pertenecer a este pueblo tan cariñoso. 75 años es una edad en la que se empieza a vivir de recuerdos más que de proyectos nuevos. Por eso cada vez que observo está casa donde nací, mi cabeza es un hervidero de imágenes, de recuerdos que me regresan a la infancia, donde mis abuelos y mi madre siempre me contaban historias. Arequipa siempre estaba presente, en historias extraordinarias; a pesar de que sólo viví aquí un año, mi familia todo lo asociaba a Arequipa: conocía los volcanes, los amigos, el Vallecito, los pro hombres y hasta el colegio Sagrados Corazones, donde estudió mi madre. Recuerdo a Francisco Mostajo, quien sabía era uno de los grandes héroes de Arequipa, un gran defensor de la libertad. Los libros y la libertad son el reverso y el adverso de una misma medalla, la que ha llevado al hombre desde el mundo primitivo –cuando casi no se diferenciaba del animal– a los más notables descubrimientos...

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