Pintura española y danza americana. Escenógrafos exiliados en Nueva York

El contexto de la danza estadounidense

Para entender las colaboraciones de los artistas escenógrafos, primero conviene analizar el contexto cultural neoyorquino en el que se insertaron, así como, en concreto, el efervescente panorama dancístico que surgió en Estados Unidos entre finales de los años treinta y la década de los cuarenta. Al igual que sucedió en otras áreas de la cultura, coreógrafos, bailarines y compañías enteras, perseguidos por el avance del fascismo y el estallido de la Segunda Guerra Mundial, comenzaron a realizar giras por América y, en muchos casos, terminaron por establecerse en algunas de sus ciudades visitadas. Así, por ejemplo, mientras que el Ballet Russe de Monte Carlo –fundado por Julius Fleischmann y Serge Denham en marzo de 1938– fijó inmediatamente su sede en los Estados Unidos en noviembre de 1939, el Original Ballet Russe –nueva denominación de los Ballets Russes du Colonel de Basil desde diciembre de 1939– comenzó una larga gira por Australia, Estados Unidos, Canadá y Latinoamérica hasta 1946, retornando de nuevo a los escenarios neoyorquinos en 1947. El establecimiento de estas compañías, herederas de la fórmula de los célebres Ballets Russes de Diaghilev –en activo entre 1909 y 1929– y formadas por artistas multidisciplinares de las más variadas procedencias y trayectorias, no hizo más que incentivar la formación de un rico ambiente creativo que sirvió de caldo de cultivo para el esplendor cultural de Nueva York.

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