Laboremus

Figura 13. La hora pasa. Anónimo, «Vanitas». Siglo xvii. El devenir ineluctable de un cuerpo sometido a una fuerte regularización de las funciones en su relación con el universo de las letras, planea sobre el espíritu de los grandes escritores y forzados de las letras, aherrojados en su mundo de papel y fantasía (ellos, que son los «leones de las letras»). Es esta falange, siempre escasa, la que se ve compelida allí a cumplir —en medio de un «benedictismo» del trabajo— la alquimia que supone transfigurar los pensamientos en la grafía, o, al revés, transitar de lo escrito a lo pensado. Ello compromete el hecho de que, en realidad, la escritura (también la lectura) se presentan en la forma de una actividad que tiene un algo de «terrible», pues bascula entre las polaridades que determinan el Goce y la Ley; el Placer, por un lado, y el Esfuerzo infinito, por otro. El espacio del lecto-escritor está investido por la Melancolía, sin duda porque en él se dramatiza...

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