La razón (y la sinrazón) del silencio
No tengo la menor intención, no obstante, de organizar aquí otro
tribunal para juzgar a los obispos. Lo que querría es entender por
qué ocurrió así.
Una razón –y capital– radica en que, en la idea del orden que
defendían esos eclesiásticos, se incluía la confianza en la justicia
–incluida la militar desde luego (máxime en una guerra)– y en los
jueces. Por ello, fiaron la justicia a los tribunales militares constituidos
según las órdenes de Franco y se limitaron –algunos– a pedir clemencia en escritos públicos y –ante todo– a pedirla en privado[1].
Otra razón de peso estribaba en la propia persecución religiosa
que se cebaba en la otra zona. Había que detenerla cuanto antes y
eso pasaba por ganar la guerra, y por ganarla pronto. Exigir de los
mandos militares un comportamiento distinto –incluso amenazarles–
podía entorpecer la marcha del ejército.
Pero es que, además, temían –los obispos– que el nuevo régimen
cayera en manos de los...
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