La producción de códices iluminados en los monasterios fronterizos durante los inicios de la reconquista

La guerra y los monasterios de las zonas fronterizas

Figura 1. Beato de Morgan, PML, ms. 644, f. 151. El Anticristo mata a los dos.

La mayor parte de los manuscritos altomedievales hispanos que conservamos no proviene de las cortes aristocráticas sino de monasterios de zonas fronterizas como Tábara, Cardeña, Valeránica, Silos, Albelda y San Millán de la Cogolla, por citar los más conocidos dentro del entorno leonés, castellano, riojano y navarro del que aquí nos ocuparemos. Algunos, como es el caso de San Millán, se originaron como centros eremíticos hasta alcanzar una fama popular que les permitió atraer peregrinos y gozar de la devota protección de reyes y condes. Por otra parte, no debemos olvidar su valor militar, ya que desde finales del siglo IX los monasterios fronterizos empezaron a jugar un significativo papel como puntos estratégicos de vigilancia o como fuertes en caso de emergencia. Igualmente, cumplían una destacada función como centros con los que poblar y consolidar la frontera, que era en general bastante inestable. Así, la práctica totalidad de los cenobios se fundó o restauró por decisión de los poderes laicos, los cuales protegieron igualmente a estas entidades mediante privilegios económicos y jurídicos[3].

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