La pluriconfesionalidad de la guerra, a pesar de todo

En la zona del ejército popular, el culto católico, simplemente, desapareció. Hubo excepciones temporales y espaciales –que ya hemos visto– y es de justicia señalar que, con frecuencia, estuvieron ligadas a la presencia de militantes –con poder– del Partido Nacionalista Vasco (en cuyos batallones de gudaris no faltaban los preceptivos capellanes) [1]. En Barcelona, los representantes del Gobierno Vasco abrieron una delegación donde podía oírse misa libremente[2]. Pero se trató de excepciones –las que se relacionaron con el culto católico–, circunscritas, por otra parte, al propio territorio vascongado y a las ciudades por donde desfilaron esos dirigentes (Madrid, Valencia y Barcelona). En la zona nacional, por supuesto, ocurrió justo lo contrario. Se reanudó el culto católico incluso en los aspectos que se habían prohibido –o impedido de hecho– entre 1931 y 1936 y fueron tolerados –de otra forma (digamos, ordenadamente tolerados en el...

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