La fortuna de las colecciones de Artes Decorativas españolas en Europa y América: estudios comparativos

El coleccionismo en Europa

Un factor esencial para la divulgación y el conocimiento de las artes decorativas españolas lo constituyeron los pintores españoles, que se asentaban en París tras su paso por Roma. En sus«estudios» acumularon obras genuinamente españolas, cerámicas, muebles, armas, antiguas de verdad o vendidas como tales por los anticuarios. Fortuny, Raimundo de Madrazo o Muñoz Degrain, seguían esta práctica habitual, coleccionando piezas que reproducirían en sus cuadros,aunque, en realidad, ellos ya eran conscientes de la no autenticidad de algunas, (Fortuny, por ejemplo, gran coleccionista de armas, comentaba en su correspondencia sus dudas sobre piezas que le ofrecían en el mercado romano). Fueron las ventas de sus ateliers, las subastas realizadas a su muerte, las que de algún modo agrandaron la importancia de sus posesiones. Un caso ilustrativo fue la venta de la colección de Ignacio León Escosura en Nueva York[1]. Al modo de expresión decimonónica corresponde la utilización de “citas”, referencias precisas e inventadas respecto a los orígenes de las piezas, cuyo objetivo era dotar de venerable antigüedad a las obras[2]. En otros casos, los propios artistas hacían de marchantes, como los Madrazo, por cuyas manos pasó una silla de manos granadina que fue comprada por Huntington para la Hispanic Society[3]. Comparando los cuadros que representan los estudios de Fortuny, Raimundo de Madrazo etc., se observa que los elementos decorativos son siempre los mismos: un bargueño, que aparece repetido varias veces, idéntico en diferentes artistas, algún tapiz y, sobre todo, cerámica: esencialmente platos de reflejo metálico. Fue Fortuny el primero que coleccionó la loza de Manises y quien la puso de moda y su estudió fue copiado por los demás artistas. Aunque aparecen en otros pintores, incluido Fortuny, piezas de mobiliario diversas, procedentes del mercado anticuario casi siempre romano[4], lo cierto es que los platos valencianos sobre colgaduras adamascadas, constituyeron el fondo ideal de estos “estudios” de los artistas. A ellos hubieron de remitirse los coleccionistas y marchantes a partir de 1870 (fig. 1).

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