José Mattoso afirma que Alfonso Enríquez no tuvo problemas en mantener a su lado a la nobleza hasta 1157, cuando Fernando II heredó el trono de León y consiguió atraer a su corte a algunos de los magnates del primer rey portugués, especialmente a aquellos establecidos en Bragança. No obstante, Alfonso Enríquez logró la fidelidad de algunos nobles gallegos afincados en las tierras fronterizas de Limia y Toroño.[4] El panorama nobiliar portugués resulta verdaderamente complicado puesto que gran parte de la nobleza del reino tenía orígenes gallegos y, en ocasiones, aún conservaba propiedades en Galicia, por lo que estos nobles lusitanos de ascendencia gallega aparecen de manera habitual en la documentación leonesa a pesar de estar establecidos en Portugal.
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