Su iniciación artística se produce en el verano de 1894, cuando en Narvaja (Álava) conoce al pintor Ignacio Díaz Olano. Es decir, que en el tránsito de la infancia a la adolescencia Ortiz Echagüe define lo que será una vida dedicada enteramente a la pintura. Este despertar vocacional se va a dar en un momento en el que el arte español desplaza su foco de interés desde el predominio de la pintura de historia –representada entonces por Muñoz Degrain y Moreno Carbonero– hacia una perspectiva más realista, que, como resultado del movimiento regeneracionista, verá emerger una nueva estética de cuño costumbrista.
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