El hombre
Ramón López Barrantes [1, pág. 70] lo describió así:
«Conocía yo a don José Giral Pereira (1879-1962) desde mi infancia (…).
Inteligentísimo, estudioso y trabajador (página 60) (…) no era locuaz, sin dar pie, por
tanto, a que lo fuéramos los demás comensales. Y no porque la situación tan llena de
dificultades contuviera, sino por natural manera de ser. Hombre serio y discreto, cargado
de enormes responsabilidades políticas.»
En el inicio de su discurso de apertura del curso 1918-1919 en la Universidad de
Salamanca [2] José Giral se retrató a sí mismo:
«Incapacitado para hacer discursos y plenamente convencido de la inutilidad de estos actos,
me veo obligado, por ministerio de la ley, a ocupar esta tribuna y forzado a desempeñar
una labor que no estimo eficaz: ni por el auditorio, heterogéneo e inquieto; ni por el
tema, especializado y técnico; ni por el conferenciante, inhábil y torpe de expresión (…).
Me dedico a una ciencia, la Química,...
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