Deseo de ser ciencia

La Historia ha tenido desde luego muchos deseos. El de ser ciencia ha sido quizá el que se le ha presentado el último. El deseo, como un cierto tipo de estado mental que es, no ha querido ser privado tampoco por parte de Natura de la forma del juicio. Desear siempre es algo transitivo. Uno siempre se encuentra ante la forma del «deseo de». La inquietud por la Historia nace para bien o para mal cuando el filósofo quiere empezar a hacerse cargo en solitario del peso de los hechos: White daría perfectamente como válido que el filósofo de la Historia es un protohistoriador, y que, in nuce, el historiador conserva siempre cerca de su corazón y su cabeza su anterior estado de desarrollo. Se dice, se cuenta, que el nacimiento de la disciplina sopesa, allá en el siglo XVIII, cuánta es la carga de realidad que soportan nuestros razonamientos sobre aquellos hechos. De Voltaire sabemos que le pone nombre a la disciplina,[1] pero, no muchos años más tarde, el impulso...

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