En la década de los sesenta, la dictadura contaba con una gran variedad de canales a través de los que hacer llegar sus mensajes. Entre ellos, la cada vez más popularizada televisión, cuyas emisiones controlaba el Gobierno, era uno de los medios estrella[6]. A la crítica sólo le quedaba la posibilidad de emplear los márgenes del sistema para lanzar su mensaje. El arte se encontraba en las inmediaciones de esos márgenes, sus supuestas libertad y subjetividad lo desvinculaban de lo prosaico del mundo. Junto con el cine y la fotografía, el grabado permitía realizar una obra múltiple, cuyo contenido podía, así, llegar a una mayor cantidad de personas con unos costes muy bajos. Así, la técnica preferida en la realización de las obras de Estampa Popular era el grabado sobre linóleo[7], sin embargo, ello no impedía que en sus exposiciones se mostraran estampas realizadas con otras técnicas, pintura al óleo, esculturas e, incluso, fotografías junto a las linoleografías.
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