Capítulo XIV. El emisor-actor y el receptor-público
La gran diferencia del teatro con respecto a los otros géneros literarios es que
éstos están confinados a permanecer siempre, salvo excepciones, en el ámbito de
la lengua, mientras que una obra dramática ha de convertir esa convencionalidad
expresiva en una manifestación viva y directa. En el teatro la lengua se convierte
en habla.[1]En este sentido los discursos directos de los personajes de Cunqueiro se
acercan a los usos del diálogo de la obra dramática, siendo éstos una forma importante
de expresión, con la que se da curso y se avanza en la historia. Pese a esto, el
diálogo dramático posee unos rasgos propios, característicos, que lo diferencia
claramente del dialogismo cunqueriano y más aún de las formas del diálogo narrativo.[2]
En las novelas de Cunqueiro el diálogo no puede interpretarse como un intercambio
de réplicas de dos o más interlocutores; son más bien una superposición
de monólogos, un intercambio lúdico de secuencias, no es una...
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