Capítulo IV: el utilitarismo de Mill

El fin de las acciones humanas

La teoría de la felicidad que propone Mill en su Utilitarismo pretende dar respuesta al problema principal del fundamento de la moral. Considera Mill que todas las acciones humanas van dirigidas a un fin, de donde obtienen su sentido: lo que hacemos lo hacemos, no ya por algo, sino sobre todo, para algo. Pues bien, los criterios sobre lo correcto y lo incorrecto también están construidos en función de esos fines, y vienen a ser los medios que nos ayudan a alcanzarlos. De este modo, puede plantearse la cuestión de si tal medio es o no eficaz para conseguir el fin previsto pero no tiene sentido discutir si dicho fin último tiene sentido como fin. Como afirma el autor: «Para probar que algo es bueno deberá mostrarse que es un medio para algo que se acepta como bueno sin ninguna prueba» (Mill, 1991: 134).[5] En definitiva, la doctrina de la felicidad no es susceptible de prueba, al menos si se entiende el término «prueba» con el sentido de prueba matemática (queremos la felicidad porque la queremos), pero eso no significa que no se pueda decir nada al respecto: para empezar, pueden aportarse motivos suficientes para hacer de ella algo racionalmente atractivo y no una mera propuesta arbitraria o algo evidente por sí mismo.

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