Capítulo III. Galicia como fondo

(¡Oh, ciudad! ¡Oh, naranjal! ¡Oh, ceniza! Qué ovillo de seda u oro dispararte, qué lengua o en qué consuelo destruirte, qué tijera afilar, o silenciosamente volver a la dorada edad, y en las columnas clavarse con espadas y con hiedras).[1] Es ya casi una costumbre iniciar los estudios sobre Cunqueiro analizando el entronque regional de su obra: Baltasar Porcel[2]y Cristina de la Torre[3]entre otros, analizan las raíces gallegas presentes en su obra, e indudablemente estas existen. Como la profesora De la Torre apunta: Galicia es la base que integra el universo literario de Cunqueiro pero no a manera de provincianismo recalcitrante, sino en busca del aspecto eterno e intrahistórico de su patria, el «ser» que la universaliza y la hermana a la condición de la categoría humana. En esta misma línea se encuentra Anxo Tarrío: Donde muchos ven el absurdo o puras fantasías, no hay más que la manera de sentir gallega, la cosmovisión del hombre...

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