Capítulo III. Cine, autarquía y aislamiento, 1945-1950

España representó una anomalía en la Europa de la inmediata posguerra. Con un régimen político aupado al poder con la estrecha colaboración de las potencias derrotadas en la Segunda Guerra Mundial, el país se dispuso a nadar a contracorriente. Ninguno de los dos bloques políticos y económicos que comenzaban a configurarse la contaba entre sus miembros. Es más, la beligerancia diplomática soviética se daba tan por descontada como el desprecio de las democracias liberales. La conformación de gobiernos de izquierdas en Gran Bretaña y Francia en 1945 disipó las escasas expectativas sobre una posible suavización de la actitud de las democracias europeas a corto plazo. En paralelo, las autoridades franquistas terminaron por convencerse de que Estados Unidos era la pieza clave en el tablero de su supervivencia política. El pragmatismo norteamericano, defendieron diplomáticos y militares, forzaría a Washington —e indirectamente a sus aliados europeos— a un paulatino...

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