Capítulo 3. Medidas fuertes y débiles

Es el momento de bucear un poco más en el mundo cuántico. De una forma muy general, el proceso de medida en mecánica cuántica conlleva la interacción entre el sistema cuántico (un electrón, un átomo, etc.) que queremos medir y un aparato de medida macroscópico (un detector, una cámara de gas, una pantalla, etc.). Por interacción, entre dos sistemas o cuerpos, queremos decir que la presencia de una de las partes influye en la otra. Cuando dos partículas colisionan, decimos que interaccionan. La Tierra interacciona con el Sol a través del campo gravitatorio. Dos cargas eléctricas del mismo signo (positivas o negativas) interaccionan mediante la repulsión entre ellas. Dicho de otro modo, se establece una fuerza entre ambas que hace que no se puedan ignorar la una a la otra. Así, la interacción entre dos partículas implica la presencia de fuerzas entre ellas. En esa interacción, que conlleva el proceso de medición, una propiedad microscópica del sistema medido cambia y hace que se transmita a una propiedad macroscópica del aparato de medida, que es la lectura o información recogida. La propiedad microscópica se deduce indirectamente (la mayoría de las veces) después del procesamiento de los datos recogidos por dicho aparato. En este procesamiento, las reglas de la mecánica cuántica se aplican siempre que se conozcan las fuerzas de interacción entre el sistema y el aparato de medida, tarea muchas veces harto difícil. Esto que parece muy abstracto (que lo es), vamos a intentar aclararlo con algunos ejemplos muy ilustrativos: el famoso experimento de la doble rendija, el efecto Zenón, la medición del espín, el gato de Schrödinger y la paradoja EPR.