Se podía decir que fue en este primer tercio del siglo XX cuando en España empezó la madurez de la industrialización y la diversificación industrial al avanzar en liderazgo las industrias de equipo o de capital frente a las de consumo. Entre 1919 y 1935 se afianzó además la concentración de empresas mediante los oligopolios y monopolios.[1] España continuó la modernización industrial impulsada por la introducción de la electricidad y el petróleo como nuevas fuentes de energía. A partir de finales de siglo XIX, el panorama de la industrialización española se había caracterizado por la consolidación textil y la siderometalurgia y la diversificación de la producción química, eléctrica, metálica, mecánica y de materiales de construcción, impulsados por la introducción de las innovaciones propias de la segunda revolución tecnológica: la electricidad y el motor de combustión interna, que se desarrollaron con mayor propulsión durante la Primera Guerra Mundial.[2]
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