Capítulo 1: la provincia autónoma y las milicias

Luego del fracaso del poder central revolucionario, las provincias se constituyeron en las nuevas unidades políticas de referencia que asumieron la función de otorgar una nueva estructura institucional al fragmentado y desaparecido virreinato del Río de la Plata. Las mismas se reorganizaron al calor de la puja entre proyectos unitarios y federales, mediatizados por las rivalidades y divisiones de la fraccionada elite revolucionaria.[1] El fracaso de los intentos constitucionales centralistas de 1819 y 1826, así como el definitivo desmantelamiento de la unitaria «Liga Militar del Interior» en 1831, inclinaron las reglas del juego en favor de la autonomía de las provincias. Las mismas se rearticularon a través de una laxa —aunque duradera— unidad confederal establecida mediante la firma del Pacto de 1831.[2] Sus relaciones exteriores fueron delegadas en el gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, mientras que el resto de las prerrogativas fueron...

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