Arte versus ideología: la imagen de la Guerra de Granada en el arte del siglo XV

Antecedentes propagandísticos: Enrique IV y el discurso de Rodrigo Sánchez de Arévalo ante Pío II (1463)

Enrique IV como nuevo Carlomagno, es el inspirador del Vergel de Príncipes (1455) de Rodríguez Sánchez de Arévalo, que le dedica la obra al monarca cuando, al comienzo de su reinado, inicia la guerra contra Granada. De este modo, en la Genealogía de los Reyes de España de Alonso de Cartagena (Madrid, Biblioteca de Palacio, ms. 2.LI.2)[3], el monarca aparece como un joven desprovisto de su pesada robustez como un ligero jinete sobre un caballo que apoya sus patas sobre cuatro cabezas. Lleva una pintoresca corona, más digna de la fiesta que del trono, y una larga lanza. No obstante, la presencia de las cuatro cortadas cabezas, unas tocadas con turbante y otra de rasgos negroides indica que detrás está el retrato heroico donde el nuevo Constantino o el nuevo Carlomagno aplasta a los vencidos sarracenos. Yarza señala el gran interés que reporta esta miniatura, aunque pueda parecer vista desde una perspectiva ligera, porque recoge un viejo tema que en la Edad Media tuvo una gran vitalidad: Marco Aurelio vencedor de los bárbaros, convertido en Constantino por error, es modelo para la idea del emperador cristiano, sea él o Carlomagno, vencedor de los paganos. Cuando se realiza esta miniatura ya existía la estatua del emperador en el palacio papal de Letrán, y resucitaban el signo heroico en las estatuas de “condottieri”[4]. Además, los paralelos iconográficos con el modelo de Santiago Matamoros (Figura 3), —sacralizando las acciones del monarca— son evidentes.

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